Bushido/ Historias del camino del guerrero.

Thursday, July 15, 2004

café frío

Contenido detrás de sus ojos estaba el recuerdo de aquél día, donde la luz de la ciudad jugó contra él y se aseguró de que jamás olvidaría a Laura. Detrás de la taza de café, refugiado en sus aromáticos humos, Emilio observaba la lluvia de aquel día plomizo. Desde que la había dejado llorando sobre la cama, desde que la había desterrado con un portazo de su vida, todo había ido aparentemente bien. En el trabajo podía concentrarse de nuevo (no esperaba ansioso a que su celular sonara, no más “¿será ella?”), al llegar a sus casa podía escribir por horas sin que ella le interrumpiera con sus pláticas banales, se habían acabado también las salidas a los antros de moda, se habían multiplicado las idas al bar, las noches de febril búsqueda de carne nueva.
 
Por todo ello le resultaba inexplicable su urgencia de oír la voz chillona de Laura exigiendo diversión, pidiendo (con la amenaza implícita de su mal humor si no) ser llevada a una fiesta donde sus amiguitos esnobs bailarían y dirían tantas estupideces como su diarrea verbal les permitiera. Tal vez lo que Emilio en verdad extraña ahora (ahí sentado revolviendo el café) sea la mirada de Laura al final de la noche. Esa mirada que tantas veces él interpretó como un llamado, como una petición de salvación. Esa mirada que era siempre el reflejo de la profunda vacuidad que habita en Laura. Vacuidad que el nunca quiso ver.
 
Emilio toma el primer sorbo de un café un tanto frío y de un tono marrón casi verdoso, ya asentado. Recuerda el tacto de las manos de Laura sobre su cabeza. Su escasa imaginación al comparar su cabello con el de “un negrito costeño”. Emilio sin embargo se pierde en el recuerdo del cuerpo desnudo de Laura mientras ve salir el humo de la otra taza de café que hay en su mesa. Las volutas de humo recuerdan en sus curvas las formas de Laura. De pronto el recuerdo de ese cuerpo expuesto al sol de Cancún encuentra su camino hasta los ojos de Emilio. Aguza el oído, oculto en el rumor de la lluvia que cae fuera del café está el ir y venir de las olas en aquella playa. Deja su taza cerca de la otra que hay en su mesa. Fija la vista en el humo que sale de la que aún está caliente. Tanto fija la mirada que los ojos se le llenan de lágrimas recién nacidas.
 
-¿En qué piensas?- dijo Susana con su eterna ternura.
 
-En ti- respondió Emilio a la dueña de la taza con café caliente; mal disfrazando su pena detrás de un poco de humildad.

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