Bushido/ Historias del camino del guerrero.

Saturday, July 17, 2004

Bushido, el camino del guerrero.

Introducción
Bushido, literalmente traducido como "El Camino del Guerrero", se desarrollo en Japón entre las eras Heian y Tokugawa (S.IX-XII). Era un modo de vida y un código para el samurai, una clase de guerreros similar a los caballeros medievales de Europa.
Estaba influenciado por el Zen y el Confucionismo, dos diferentes escuelas de pensamiento de esos periodos. El Bushido pone el énfasis en "Lealtad, auto-sacrificio, justicia, sentido de la vergüenza, modales refinados, pureza, modestia, frugalidad, espíritu marcial, honor y afecto"
El Código de Bushido
Estos son los siete principios que rigen el código de Bushido, la guía moral de la mayoría de samurai de Rokugan. Sed fieles a él y vuestro honor crecerá. Rompedlo, y vuestro nombre será denostado por las generaciones venideras.
1. GI - Honradez y Justicia
Sé honrado en tus tratos con todo el mundo. Cree en la Justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la tuya propia.Para un auténtico samurai no existen las tonalidades de gris en lo que se refiere a honradez y justicia.Sólo existe lo correcto y lo incorrecto.
2. YU - Valor Heroico
Álzate sobre las masas de gente que temen actuar. Ocultarse como una tortuga en su caparazón no es vivir.Un samurai debe tener valor heroico. Es absolutamente arriesgado. Es peligroso. Es vivir la vida de forma plena, completa, maravillosa. El coraje heroico no es ciego. Es inteligente y fuerte.Reemplaza el miedo por el respeto y la precaución.
3. JIN - Compasión
Mediante el entrenamiento intenso el samurai se convierte en rápido y fuerte. No es como el resto de los hombres. Desarrolla un poder que debe ser usado en bien de todos. Tiene compasión. Ayuda a sus compañeros en cualquier oportunidad. Si la oportunidad no surge, se sale de su camino para encontrarla.
4. REI - Cortesía
Los samurai no tienen motivos para ser crueles. No necesitan demostrar su fuerza. Un samurai es cortés incluso con sus enemigos. Sin esta muestra directa de respeto no somos mejores que los animales.Un samurai recibe respeto no solo por su fiereza en la batalla, sino también por su manera de tratar a los demás. La auténtica fuerza interior del samurai se vuelve evidente en tiempos de apuros.
5. MEYO - Honor
El Auténtico samurai solo tiene un juez de su propio honor, y es él mismo. Las decisiones que tomas y cómo las llevas a cabo son un reflejo de quien eres en realidad.No puedes ocultarte de ti mismo.
6. MAKOTO - Sinceridad Absoluta
Cuando un samurai dice que hará algo, es como si ya estuviera hecho. Nada en esta tierra lo detendrá en la realización de lo que ha dicho que hará.No ha de "dar su palabra." No ha de "prometer." El simple hecho de hablar ha puesto en movimiento el acto de hacer.Hablar y Hacer son la misma acción.
7. CHUGO - Deber y Lealtad
Para el samurai, haber hecho o dicho "algo", significa que ese "algo" le pertenece. Es responsable de ello y de todas las consecuencias que le sigan.Un samurai es intensamente leal a aquellos bajo su cuidado. Para aquellos de los que es responsable, permanece fieramente fiel. Las palabras de un hombre son como sus huellas; puedes seguirlas donde quiera que él vaya. Cuidado con el camino que sigues.
Algunos comentarios de Mirumoto Jinto, Rikugunshokan del Clan del Dragón, sobre el código de Bushido:
Sobre el valor:
El camino del valiente no sigue los pasos de la estupidez.
Sobre la lealtad:
Un perro sin amo vagabundea libre. El halcón de un Daimyo (Señor Feudal) vuela más alto.Solo hay una lealtad superior a la del samurai hacia su Daimyo: la del Daimyo hacia sus súbditos.
Sobre el Respeto:
Un alma sin respeto es una morada en ruinas. Debe ser demolida para construir una nueva.
Sobre la Excelencia:
La perfección es una montaña inescalable que debe ser escalada a diario.
Sobre la Venganza:
La ofensa es como un buen haiku (Breve poema japonés de tres versos): puede ignorarse, desconocerse, perdonarse o borrarse, pero nunca puede ser olvidada.
Sobre la Espada:
Mi hoja es mi alma. Mi alma pertenece a mi Daimyo. Ultrajar mi hoja es afrentar a mi Daimyo.
Sobre el Honor:
La muerte no es eterna; el deshonor, sí.
Sobre la Muerte:
El samurai nace para morir. La muerte, pues, no es una maldición a evitar, sino el fin natural de toda vida.El Credo del Samurai
No tengo parientes, Yo hago que la Tierra y el Cielo lo sean.
No tengo hogar, Yo hago que el Tan T'ien lo sea.
No tengo poder divino, Yo hago de la honestidad mi poder divino.
No tengo medios, Yo hago mis medios de la docilidad.
No tengo poder mágico, Yo hago de mi personalidad mi poder mágico.
No tengo cuerpo, Yo hago del estoicismo mi cuerpo.
No tengo ojos, Yo hago del relámpago mis ojos.
No tengo oídos, Yo hago de mi sensibilidad mis oídos.
No tengo extremidades, Yo hago de la rapidez mis extremidades.
No tengo leyes, Yo hago de mi auto-defensa mis leyes.
No tengo estrategia, Yo hago de lo correcto para matar y de lo correcto para restituir la vida mi estrategia.
No tengo ideas, Yo hago de tomar la oportunidad de antemano mis ideas.
No tengo milagros, Yo hago de las leyes correctas mis milagros.
No tengo principios, Yo hago de la adaptabilidad a todas las circunstancias mis principios.
No tengo tácticas, Yo hago del vacío y la plenitud mis tácticas.
No tengo talento, Yo hago que mi astucia sea mi talento.
No tengo amigos, Yo hago de mi mente mi amiga.
No tengo enemigos, Yo hago del descuido mi enemigo.
No tengo armadura, Yo hago de la benevolencia mi armadura.
No tengo castillo, Yo hago de mi mente inamovible mi castillo.
No tengo espada, Yo hago de mi No mente mi espada.

Origen e influencias
El Bushido procede del Budismo, Zen, Confucionismo, y Sintoísmo. La combinación de esas 3 escuelas de pensamiento y religiones ha formado el código de los guerreros conocido como Bushido.
Del Budismo el Bushido toma la relación con el peligro y la muerte. El samurai no teme a la muerte ya que creen, tal como enseña el Budismo, que tras la muerte se reencarnaran y volverán a vivir otra vida en la tierra. Los samurais son guerreros desde el instante en que se transforman en samurais hasta el momento de su muerte, ellos no tienen miedo al peligro.
A través del Zen, una escuela del budismo, uno puede alcanzar el definitivo "absoluto".
La meditación Zen enseña como concentrarse y alcanzar un nivel de pensamiento que no puede ser explicado con palabras. El Zen enseña como "conocerse a si mismo" y no limitarte. El samurai utiliza esto para como una herramienta para desembarazarse del miedo, la inseguridad y finalmente los errores. Estas cosas podrían matarle.
El Sintoísmo, otra doctrina japonesa, da al Bushido su lealtad y patriotismo. El Sintoísmo incluye la veneración a los ancestros, lo cual hace a la Familia imperial la fuente de la nación. Esto da al Emperador una reverencia casi divina. El es la representación del Cielo en la Tierra. Con semejante lealtad, el samurai se compromete con el Emperador y a su Daimyo o señor feudal, samurai de mayor rango.
El Sintoísmo también proporciona la columna vertebral del patriotismo hacia su país, Japón. Ellos creen que la Tierra no esta para satisfacer sus necesidades, "es la residencia sagrada de los dioses, los espíritus de sus antecesores..." (Nitobe 14)
La Tierra es cuidada, protegida y alimentada por un intenso patriotismo.
El Confucionismo proporciona sus creencias en las relaciones con el mundo humano, su entorno y su familia. El Confucionismo da importancia a las 5 relaciones morales entre Maestro y Siervo, Padre e Hijo, Marido y Esposa, Hermanos mayor y menor, y Amigo y Amigo. Esto es lo que sigue el Samurai. Sin embargo el Samurai no esta de acuerdo con muchos de los escritos de Confucio. Ellos creen que el hombre no debe sentarse y pasarse todo el día leyendo libros, ni debería estar escribiendo poesías todo el día, un intelectual especialista era considerado como una maquina. En vez de eso el Bushido cree que el hombre y el universo fueron hechos para ser semejantes tanto en espíritu como ética.
Junto con esas virtudes, el Bushido también sigue con sumo respeto la Justicia, Benevolencia, Amor, Sinceridad, Honestidad, y auto-control.
La Justicia es uno de los principales factores en el código del Samurai. Caminos torcidos y acciones injustas son consideradas denigrantes e inhumanas.
Amor y Benevolencia eran virtudes supremas y actos dignos de un príncipe.
Los Samurais seguían un ceremonial especifico cada día de su vida, así como en la guerra.
Sinceridad y Honestidad eran tan valoradas como sus vidas. Bushi no ichi-gon o "La palabra de un samurai" trasciende un pacto de confianza y completa fe. Con dichos pactos no había necesidad de ponerlo por escrito.
El Samurai también necesitaba un completo auto-control y estoicismo para ser totalmente honroso. No mostraba signos de dolor o alegría. Soporta todo interiormente, nada de gemidos y lloros. Siempre mostraba un comportamiento calmado y una compostura mental que hacían que ninguna pasión de ningún tipo debería interponerse. El era un verdadero y completo guerrero.
Los factores que hicieron el Bushido son pocos y simples. Así de simple, el Bushido creo un modo de vida para mantener a una nación a través de sus tiempos mas problemáticos, a través de guerras civiles, desesperación e incertidumbre.
"El conjunto de las naturalezas poco sofisticadas de nuestros ancestros guerreros derivaron en un extendido alimento para sus espíritus desde una madeja de enseñanzas fragmentadas y vulgares, recogidas como si fueran caminos desviados de antiguos conocimientos, y, estimulados por las demandas de una era que formo a partir de todos esos esquejes un nuevo y único modo de vida" (Nitobe 20)
El Samurai y su uso del Bushido
En Japón la clase guerrera era conocida como Samurais, también llamada Bushi. Formaron una clase durante los siglos IX y XII. Emergieron de las provincias de Japón para transformarse en la clase gobernante, hasta su declive y total abolición en 1876, durante la era Meiji.
Los samurais eran luchadores, expertos en las artes marciales. Tenían notable habilidad con el arco y la espada. También eran grandes jinetes.
Eran hombres que vivían siguiendo el Bushido; era su modo de vida. La lealtad total del samurai era para su Emperador y para su Daimyo. Eran honestos y de total confianza. Vivían vidas frugales, sin intereses en la riqueza y cosas materiales, pero con gran interés en el orgullo y honor. Eran hombres de valor verdadero. Los Samurais no temían a la muerte. Entablarían batalla sin importar cuales fueran las dificultades. Morir en la guerra reportaría honor a su familia y a su señor.
Los samurais preferían luchar solos, uno contra otro. En batalla un Samurai "invocaría" el nombre de su familia, Rango y hazañas. Entonces buscaría un oponente de similar rango y batallarían. Cuando el Samurai acaba con su oponente le decapita, para así tras la batalla retornar con las cabezas de los oponentes vencidos que acreditan así su victoria. Las cabezas de los generales y aquellos con alto rango eran transportadas de vuelta a la capital y mostradas en las celebraciones y similares.
La única salida para un Samurai derrotado era la muerte o el suicidio ritual: seppuku.
Seppuku, desentrañamiento también conocido como Hara-Kiri, es cuando un Samurai literalmente se saca las entrañas. Tras ese acto, otro samurai, usualmente un amigo o pariente, le corta la cabeza.
Esta forma de suicido era realizada bajo diferentes circunstancias "Para evitar la captura en batalla, captura que el samurai no consideraba deshonrosa y degradante, pero de mala política; para expiar un acto indigno o fechoría; y quizás mas interesantemente, para advertir a su Señor"(Varley 32)
Un Samurai preferiría matarse a si mismo antes que traer deshonor y desgracia al nombre de su familia y a su Señor. Esto era considerado un acto de verdadero honor.
Los samurais fueron la clase dominante durante 1400 y 1500. En 1600 era el tiempo de la unificación, las luchas en Japón habían cesado. Entonces, avanzado el final de la era Tokugawa, en los últimos 1700 Japón comenzó a moverse hacia una vida mas modernizada, mas "Occidental". Los samurais y su modo de vida fueron oficialmente abolidos en los primeros años de 1870.No había necesidad para los hombres luchadores, para los guerreros, para los samurais.
Pero no fueron olvidados del todo. Es algo que da que pensar.

Thursday, July 15, 2004

café frío

Contenido detrás de sus ojos estaba el recuerdo de aquél día, donde la luz de la ciudad jugó contra él y se aseguró de que jamás olvidaría a Laura. Detrás de la taza de café, refugiado en sus aromáticos humos, Emilio observaba la lluvia de aquel día plomizo. Desde que la había dejado llorando sobre la cama, desde que la había desterrado con un portazo de su vida, todo había ido aparentemente bien. En el trabajo podía concentrarse de nuevo (no esperaba ansioso a que su celular sonara, no más “¿será ella?”), al llegar a sus casa podía escribir por horas sin que ella le interrumpiera con sus pláticas banales, se habían acabado también las salidas a los antros de moda, se habían multiplicado las idas al bar, las noches de febril búsqueda de carne nueva.
 
Por todo ello le resultaba inexplicable su urgencia de oír la voz chillona de Laura exigiendo diversión, pidiendo (con la amenaza implícita de su mal humor si no) ser llevada a una fiesta donde sus amiguitos esnobs bailarían y dirían tantas estupideces como su diarrea verbal les permitiera. Tal vez lo que Emilio en verdad extraña ahora (ahí sentado revolviendo el café) sea la mirada de Laura al final de la noche. Esa mirada que tantas veces él interpretó como un llamado, como una petición de salvación. Esa mirada que era siempre el reflejo de la profunda vacuidad que habita en Laura. Vacuidad que el nunca quiso ver.
 
Emilio toma el primer sorbo de un café un tanto frío y de un tono marrón casi verdoso, ya asentado. Recuerda el tacto de las manos de Laura sobre su cabeza. Su escasa imaginación al comparar su cabello con el de “un negrito costeño”. Emilio sin embargo se pierde en el recuerdo del cuerpo desnudo de Laura mientras ve salir el humo de la otra taza de café que hay en su mesa. Las volutas de humo recuerdan en sus curvas las formas de Laura. De pronto el recuerdo de ese cuerpo expuesto al sol de Cancún encuentra su camino hasta los ojos de Emilio. Aguza el oído, oculto en el rumor de la lluvia que cae fuera del café está el ir y venir de las olas en aquella playa. Deja su taza cerca de la otra que hay en su mesa. Fija la vista en el humo que sale de la que aún está caliente. Tanto fija la mirada que los ojos se le llenan de lágrimas recién nacidas.
 
-¿En qué piensas?- dijo Susana con su eterna ternura.
 
-En ti- respondió Emilio a la dueña de la taza con café caliente; mal disfrazando su pena detrás de un poco de humildad.

Monday, July 12, 2004

el fumador

La playa está solitaria. Los pescadores, y sus familias dormitan a ésta hora, son alrededor de las cinco de la tarde y se está muy bien aquí, tumbado a la sombra de una enramada con techo de palma. Las cervezas se enfrían en una gran tina de metal. Tengo entre mis manos un libro: “El último hombre” de Leopoldo María Panero. Ana está recostada encima de una toalla, con el sombrero cubriéndole el rostro, tal vez duerme. Octavio bebe de su cerveza mientras escucha música: “A veces siento que tu mirada/ es afilada como un puñal/ será tal vez que eres desconfiada…”. Laura, a contracorriente siempre, salta en la playa, expuesta al sol.

Ahora estoy un poco más seguro, Ana duerme. Sólo levantó un poco la cabeza y al adivinar la escena decidió seguir dormida. Laura baila ahora. De alguna manera siempre encuentra el ritmo de la música, y ahí se queda para ofrecer una secuencia de movimientos que atrapan al que la vea. Yo quiero seguir leyendo a Panero: “Te mataré mañana cuando la luna salga/ y el primer somormujo me diga su palabra/ te mataré mañana poco antes del alba/ cuando estés en el lecho, perdida entre los sueños/ y será como cópula o semen en los labios/ como beso o abrazo…”. Pero la mirada de Octavio me disturba. Echado sobre la tumbona de madera, escudado detrás de sus lentes negros ve a Laura, no habla, sólo sube el volumen: “será que traes ganas de matar/ Subiste a lo alto de la quebrada/ para tirar mi recuerdo al mar ”. ¿Sería tan turbia ésta escena si no hubiera pasado el intercambio de anoche? Imposible conocerlo, habíamos cancelado cualquier opción, nuestra libertad nos engañaba a veces. Pero no podía engañarnos así, disfrazando de nueva conquista contra lo cotidiano, una trampa diseñada para acabar con nuestra unión.

Pero Octavio, tan propenso a actuar sin pensar, no deja de ver a Laura escudado en sus lentes negros. Disfruta la música, pero más disfruta de Laura bailando. Sube el volumen: “no supe ser el que tu esperabas/ yo solo soy el que supo llegar/ Y te vi de frente / y te vi brillar/ cuando sentimos de repente/ el aguijón del alacrán ”. Ahora yo veo a Ana. Su cabello chino y negro, espeso y abundante… inevitable no pensar como se enredaba ayer entre mis manos, imposible no pensar en sus muslos, su sexo húmedo que ahora está cubierto por la tela azul celeste del bikini. Antes de levantarme por una cerveza, pongo el libro cerca de Ana: “te mataré mañana cuando la luna salga/ y el primer somormujo me diga su palabra/ y en el pico me traiga la orden de tu muerte/ que será como beso o como acción de gracias/ o como una oración porque el día no salga/ te mataré mañana cuando la luna salga/ y ladre el tercer perro en la hora novena/ en el décimo árbol sin hojas ya ni savia/ que nadie sabe ya por qué está en pie en la tierra”. Destapo aparatosamente la cerveza, Octavio no quiere parecer aludido por ningún ruido. Fijamente ve a Laura, que sigue bailando con el rock visceral y pausado de La Barranca: “Dicen que no hay que salir de noche/ que la ciudad se volvió mortal/ pero la muerte que a mi me toque/ que sea al piquete del alacrán”.

Una impotencia clara, clara como la arena blanca en la que Laura baila, meneando sus cabellos castaños, me hace clavar la mirada en la playa a mi pies donde las hojas del libro se mueven por el viento. Doy un gran trago a la cerveza y leo: “te mataré mañana cuando caiga la hoja/ decimotercera al suelo de miseria/ y serás tú una hoja o algún tordo pálido
que vuelve en el secreto remoto de la tarde/ te mataré mañana, y pedirás perdón/ por esa carne obscena, por ese sexo oscuro/ que va a tener por falo el brillo de este hierro/ que va a tener por beso el sepulcro, el olvido/ te mataré mañana cuando la luna salga/ y verás cómo eres de bella cuando muerta/ toda llena de flores, y los brazos cruzados/ y los labios cerrados como cuando rezabas/ o cuando me implorabas otra vez la palabra”.

¿Qué verá Octavio, cuando ve los senos redondos y vibrantes de Laura contenidos apenas por el bikini blanco? La duda clavada entre pecho y espalda me hace poner una gota helada de mi cerveza en el ombligo de Ana, quien por un instante vibra y después regresa al sopor del sueño. Octavio y Laura continúan unidos por la música, espectáculo y espectador:” Y vendrá de frente/ si la ves venir/ sólo tal vez si vives fuerte.../ tienes opción de elegir/ algún día vas a elegir quien manda/ pero la muerte te elige a ti/ Y vendrá de frente / si la ves venir/ sólo tal vez si tienes suerte/ tienes opción de elegir “. Su complicidad inconsciente me arrincona en el papel de espía, de sacrílego intruso. Enciendo un cigarrillo, me siento mientras las volutas de humo ascienden por encima de mi y se difuminan contra el cielo abierto, azul con manchas blancas. Mientras la canción termina, mientras los tambores se acallan poco a poco, el movimiento circular de la cadera de Laura se acentúa con la lentitud que le imprime. Mientras el final cascabel se sacude y Laura da la espalda y se agacha, me doy cuenta del tamaño de la perdida: él conoce ya, las íntimas conexiones de los movimientos de Laura. Nunca más serán posesión exclusivamente mía las relaciones entre Laura, sus deseos, sus apetitos y su cuerpo.

Octavio aplaude, Laura sonríe, Octavio sonríe, yo leo y doy una gran bocanada: “te mataré mañana cuando la luna salga/ cuando veas a un ángel armado de una daga
desnudo y en silencio frente a tu cama pálida/ te mataré mañana y verás que eyaculas
cuando pase aquel frío por entre tus dos piernas/ te mataré mañana cuando la luna salga
te mataré mañana y amaré tu fantasma/ y correré a tu tumba las noches en que ardan
de nuevo en ese falo tembloroso que tengo/ los ensueños del sexo, los misterios del semen/ y será así tu lápida para mí el primer lecho/ para soñar con dioses, y árboles, y madres/ para jugar también con los dados de noche/ te mataré mañana cuando la luna salga/ y el primer somormujo me diga su palabra.”